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Miquel Barceló | ||||||
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La
Metafísica del Arte Contemporáneo
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--En
la obra de Barceló se entremezclan todas las vanguardias en
las obras que las comportan a todas. En el Elefante nos aparece una
dimensión surrealista en la que aparece Lo Siniestro, en el
sentido que da Freud a la palabra, en su artículo de 1919 El
rostro familiar de lo siniestro (de no reconocer lo que debería
de ser familiar). Reconocemos la escultura de un elefante, pero no
nos resulta clara la relación entre la forma que percibimos
y la que nuestra mente concibe. |
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--El
Dios primordial en las culturas primitivas desde los griegos, hasta
los incas, pasando por los egipcios… Existe en su obra una relación
con los elementos esenciales como son el fuego o el agua, admirando
culturas no occidentalizadas, ni modernas, basadas en creencias naturales
y en el poder de los elementos y de la propia naturaleza. Un ejemplo
de esto es la multitud de obras marítimas que pinta, así
como las que evocan el desierto. Es un artista que escapa de la ciudad
occidental y moderna para adentrarse en el bosque y en las tribus, ya
no solo en teoría sino en la propia práctica, bien son
conocidos sus viajes por África, que admira hasta el punto de
comprarse allí una casa. Le podemos relacionar por esto con Gauguin
y sus cuadros de Taitianas. “Me gusta la sensación que
tengo allí (en áfrica), de no tener planes, de decidir
cada día lo que voy a hacer… creo que esto es una buena
limpieza psicológica”, dice Barceló. --Sabemos que además de Mali, pasa varios meses de Mayorca a París, por lo que podemos decir de él que es un nómada, al igual que muchas tribus primitivas. Bourriaud, que es un comisario francés, relaciona esta idea de éxodo con la modernidad, pero a mi gusto nada tienen que ver. |
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--La
modernidad está en las ciudades, y es en el campo donde las personas
se visten con colores y pasean tranquilos y en harmonía con la
naturaleza, como vemos en los cuadros, ya dijo Baudelaire que era sintomático
de la conciencia decadente de la modernidad el vestir el atuendo negro.
Lo que aquí se pinta es la naturaleza y la tranquilidad que el
modo de vida que ella puede permitir. Ya no solo en el motivo que se
pinta, porque no existe una narratividad propiamente dicha, pero existe
esa idea de movimiento en cada una de las obras, tengo en la cabeza
una que se llama “Escalada”. --“Terrible angustia de ver deteriorarse y degradarse el territorio de mi infancia”, esto es la esencia de su obra. --Busca la convivencia con la naturaleza, un poco en la honda de Rousseau, que piensa que el hombre en la naturaleza era buena y fue corrompido por la sociedad. Ve que el hombre que vive en consonancia con la naturaleza es más bueno, porque no tiene voracidad de crecer por encima de otros. “La combinación de codicia y estupidez, ha dado en Mallorca, resultados catastróficos”. Parece que es el progreso en sí mismo el que destruye la humanidad de las personas que pueden vivir en armonía con la natura. --“Miro a mis homónimos un instante, y huyo horrorizado a mi taller, donde aún me esperan horrores más íntimos y terribles”. En sus obras se puede ver la angustia que posee en su interior a través de ese expresionismo opresivo que constituye su obra. Tal vez ese nomadismo, y recorrido por todas las vanguardias y estilos corresponda a una búsqueda de sí mismo, que por otro lado, parece no ir a terminar nunca. --A mí me llamó personalmente la atención una obra sobre el Louvre que se exponía que mostraba la galería que todos los que lo hemos visitado recordamos. El llamativo, como la sensación angustiosa se ampara de todo el lugar a través de nuevo del color y de las formas interiorizadas que representa el artista, las figuras por otro lado, parecen salidas de las hornacinas y los marcos y se da un aspecto fantasmagórico, e infinito, en el que la única traza del hombre son los motivos artísticos, me recuerda a la pintura metafísica de Giorgio de Quirico, por el ambiente silencioso e incómodo, y por la grandiosidad, hablamos de pintura metafísica cuando es una pintura onírica que va más allá del mundo físico y se adentra en el subconsciente, haciendo parecer al espectador que lo ve es normal, esto como he dicho es una constante en la obra de Barceló. |
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--De
nuevo aparece la idea de Freud de Lo Siniestro. En relación con
esto, sabemos, que Barceló trabaja de noche, y esto es muy importante
para algunas de sus obras que muestran los reflejos brillantes pero
que abarcan poca superficie, de una vela o de la luna, estudia, como
con el cambio de luz, objetos comunes pueden pasar por irreconocibles. --Los retratos tienen mucha relación en general, con el estilo de la secesión vienesa, especialmente con la obra del expresionista Kokoschka y con la Egon Shiele. Los retratos de sus amigos africanos incorporan materiales locales, como piedras o ramas. Es curioso, que el retrato de Bruno Bishofberger, lo hace de una manera ligeramente cubista, esto debe de ser por la tradición de los retratos cubistas de marchantes como el de Kahnweiller o Vollard. --Lo que está claro es que lo que hace al artista digno de admiración por nuestra parte, es esa manera que tiene de utilizar movimientos pictóricos diferentes y la facilidad que tiene para fusionarlos en su obra conformando un discurso estético muy bien construido. |
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--Miquel
Barceló, el artista de lo inesperado. Desde su participación
en la documenta de Kassel en 1982 hasta la inauguración de la
capilla de Sant Pere de la catedral de Mallorca en 2007, la obra artística
de Miquel Barceló está asociada al éxito de crítica
y a una enorme popularidad. Pese al unánime reconocimiento que
su obra ha merecido, muchos aspectos de la misma entre éstos,
las razones que le llevaron a decantarse por la pintura figurativa,
cómo articula su tendencia a la provocación con el estudio
de la tradición clásica o el sentido y los vínculos
que se establecen entre los motivos más recurrentes de sus obras
permanecían confusos a la espera de que una visión de
conjunto los aclarara. Dore Ashton se ha propuesto dar respuesta a estas
cuestiones clave a través de un análisis en perspectiva
de la obra de Barceló, de su pasión por el experimento
que le ha llevado a emprender numerosas y diversas aventuras artísticas,
del furor y la vitalidad que imprime a sus creaciones, en un relato
cronológico de una trayectoria que enlaza con los grandes maestros
de la historia del arte. Además de un estudio cronológico,
Ashton ofrece una visión panorámica de las constantes
de su obra, entre ellas, el ansia de experimentación con estilos
y materiales diversos. Como apunta el subtítulo del libro -primer
verso de la Divina Comedia de Dante, Barceló tiene mucho que
decir todavía.
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--Los
romanos, que tiempo atrás habitaron la isla nativa de Barceló,
hablaban del furor como de algo muy afín a los artistas, admiraban
aquel espíritu excesivo que no conocía límites
y que, con urgencia creciente, había conducido al Homo faber
a crear. No es fácil circunscribir el furor de Barceló.
Me limitaré a decir que quizá sea la característica
que más le distingue, y a menudo he pensado que el furor de Barceló
no dista mucho del de aquel gran predecesor, Tintoretto, uno de mis
entusiasmos más tempranos, y que comparto con el artista mallorquín.
Jean-Paul Sartre entendió bien el furor de Tintoretto. En su
ensayo «El secuestrado de Venecia», Sartre observó
que Tintoretto «tenía que producir, producir sin cesar».
Hasta su muerte, «corrió una carrera contra el tiempo y
es difícil decidir si trataba de encontrarse o de huir de sí
mismo a través de su trabajo». En su propio furor por captar
a este extraordinario personaje, Sartre amonesta a los académicos:
--Oh almas magnánimas y atormentadas, que utilizáis a los muertos para edificar a los vivos, y sobre todo, para edificaros vosotras mismas, tratad, si podéis, de encontrar en sus excesos la prueba fehaciente de su pasión. --Si Tintoretto hubiera obrado a su antojo, dijo Sartre, hubiera cubierto cada pared de la ciudad con sus pinturas. «Cada hombre tiene su propia fuerza ascendente y su propio hábitat natural.» Aunque Sartre recoge los comentarios de los detractores de Tintoretto (alude incluso a los comentarios de Picasso, sin mencionarlo, en los que éste compara a Tintoretto con las películas de Hollywood, pero creo que Picasso hubiera modificado sus opiniones si hubiera llegado a ver San Rocco), reconoce que «nadie en el mundo, ni antes ni después de él, ha llevado más lejos la pasión por el experimento», y habla de la «incesante interrogación» del veneciano. --Ciertos rasgos de Tintoretto definen el periplo de Barceló, en particular la pasión por el experimento que le ha llevado a emprender innumerables aventuras con diferentes materiales y en diversos estilos. Su enorme vitalidad es evidente dondequiera que se encuentre: en América Latina, África, París o en su isla nativa. A pesar de su tendencia nómada, lleva consigo la gran tradición pictórica europea y, hasta donde yo veo, está bien posicionado para ocupar un lugar en la historia del arte. Ese lugar, en mi opinión, está firmemente arraigado en la tradición barroca. Utilizo la palabra «tradición» sin vacilar, a pesar de los recelos que despierta hoy en día. Barceló es sabio en este aspecto. Sabe que la tradición puede ser tan nutritiva como las cebollas que planta en su jardín, o los tomates, cuya pulpa usa a veces en sus cuadros. (¿No me dijo una vez que le encantaban los cuentos de Quevedo, aquel incomparable poeta barroco, cuya sublimidad no le impidió escribir relatos licenciosos?) --Por muy sofisticados que sean sus gustos y por muy lejos que viaje, Barceló es ante todo español. Si no fuera un poco exagerado, incluso diría que Barceló es beneficiario de uno de los pensadores barrocos más sugestivos, Baltasar Gracián. ¿Qué hay en Gracián que yo encuentro tan pertinente? Ante todo su incansable propósito de captar en palabras y con «agudeza», como especificó, cierto espíritu que ahora calificamos de barroco y en el que abunda la extravagancia. En sus primeros discursos Gracián afirma: «La uniformidad limita, la variedad dilata», y pasa a alabar a numerosos poetas de la Antigüedad y de su propia época por su manera de multiplicar las disonancias, las contrariedades y las discordancias, al mismo tiempo que las armonías precisamente lo que diría mucho más tarde Victor Hugo en su manifiesto romántico, el prefacio a Hernani. Gracián era consciente del valor del azar para descubrir una correspondencia ingeniosa y también conocía la importancia de los objetos reales. Cita a Demócrito: «Las palabras son las sombras de los hechos». --En el reino de las cosas y de las sombras puede pasar cualquier cosa. |
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--Igual
que podemos considerar a Barceló como un heredero de la gran
tradición barroca española, podemos también considerarle
como el continuador del gran ethos del siglo XIX, cuando tantos pintores
y poetas hicieron suya la metáfora del arpa eólica. Se
veían a sí mismos como cuerdas sensibles tocadas por las
fuerzas de la naturaleza. Mallarmé, el último gran romántico,
llegó a decir que el universo hablaba a través de él.
--Aquellas
almas poéticas eran aventureras en el reino de los sentidos y
también en la vida real. Después de todo, tanto Shelley
como Byron perecieron a causa de su espíritu aventurero y así
lograron la admiración de algunos coetáneos, como Delacroix.
Los románticos sopesaban constantemente su situación creativa
y escribían sobre sus propias pretensiones con asombro y consternación.
Shelley, por ejemplo, meditó sobre el instinto del artista de
crear una réplica de sí mismo; habló de correspondencias
secretas y observó:
--Nacemos al mundo, y desde el instante en que vivimos, algo en nosotros ansía más y más parecernos a él... No sólo el retrato de nuestro ser exterior, sino un ensamblaje de las partículas más diminutas que componen nuestra naturaleza... --Coleridge escribió mucho sobre sus observaciones psicológicas y exigió a sus lectores que «suspendieran voluntariamente su incredulidad». Jorge Luis Borges, el gran fabulador, que al principio de su vida de escritor declaró que quería generar «fe poética» en sus lectores, se tomó muy a pecho el consejo. Una característica que sobresale en la obra de Barceló es precisamente con qué agresividad trata de anular la resistencia del observador por medios que introducen al espectador en un mundo rebosante de experiencia pictórica. --El mismo Barceló, como cualquier artista inteligente, pasa la mayor parte del día mitad dentro, mitad fuera de los mundos que crea. Pero también pasa largos intervalos encerrado en su taller. Nada le caracteriza mejor que una foto suya dentro de una de sus enormes tinajas de barro: mira a la cámara como un niño, dando a entender que quizá esté encerrado corporalmente en su obra, pero que su mirada es libre y se dirige hacia fuera. Esta posición del artista mitad dentro y mitad fuera de la obra me recuerda otra costumbre de Borges: su uso de la palabra «zaguán», tan peculiar y difícil de traducir, que casi, pero no del todo, significa «umbral». --En muchas casas de Buenos Aires es la parte que está abierta a la calle pero sigue perteneciendo al hogar. --Barceló, que alterna su vida en el taller con la escritura frecuente de sus diarios y numerosos viajes, se mueve siempre entre el mundo de la pintura y las palabras, entre lo interior y lo exterior. Toda su creación, ya sea en forma de escritura, pintura, cerámica, escultura o dibujos, puede verse como un Bildungsroman: un empleo de las energías cotidianas que le conducen a una experiencia de inmersión en sus materiales, y a la vez a tomar distancia y a reflexionar; que le llevan, de hecho, al «zaguán» de su vida. |
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--El
magma en cuestión entró en ebullición en las salas
de Caixaforum Madrid en forma de una apabullante retrospectiva que abarca
25 años de evolución creativa. En cuanto al creador protagonista
de esa evolución... lo mejor que puede decirse es que ni estuvo
ni se le esperó, salvo al final y con cuentagotas.
--Genial como un Robinson capaz de seducir al mundo cada vez que asoma por la isla desierta, Barceló es también huidizo como un hurón que se sabe oscuro objeto del deseo. Y, por lo tanto, desaparece o, mejor aún, ni siquiera aparece, ¡¡¡zas!!!, nadie por aquí nadie por allá. --Dicho de otro modo: que Miquel Barceló, como bien dijo ayer la comisaria de esta desarmante exposición, Catherine Lampert, "es solitario y vive en el presente, no mira al pasado, y por eso no está hoy aquí" (entiéndase, el concepto retrospectiva no le gusta). Desatender una entrevista concertada que él mismo había propuesto (¿dónde estará Miquel?), dar calabazas a los mismísimos organizadores de la exposición, que le esperaban el lunes, ingenuos y bienintencionados de ellos, para el accrochage de la exposición (¿dónde estará Miquel?), pasar ampliamente de la presentación de la muestra a los medios (¿dónde estará Miquel?) y aparecer de tapadillo junto a Isidro Fainé, presidente de La Caixa, en la inauguración oficial (¡hombre, por fin, Miquel!) deben de ser rasgos inherentes a la condición de genio. Barceló lo es. |
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--Y
dicho esto como preludio relativo a la relación creación/creador
acerca de la cual un día alguien debería escribir y bla,
bla, bla, bienvenidos a La solitude organisative (La soledad organizativa),
inasible título para este escaparate de 180 obras que, teniendo
en cuenta la naturaleza del artista y la heterodoxia de su mundo, bien
pudiera subtitularse Barceló, inventario del caos. Una exposición
de altura que reactualiza el interés por el artista/artista,
olvidadas ya las controversias de la dichosa cúpula de Ginebra,
que acabaron convirtiendo al personaje, en contra de su voluntad, en
artista/pim-pam-pum.
--Procedentes de museos como el Reina Sofía, el de Arte Moderno del Centro Pompidou de París o el Museo Fundación Juan March, de galerías como la suiza Bruno Bischofberger o la francesa Yvon Lambert, y de la colección personal del artista, a este recorrido por toda su evolución creativa no puede acoplársele el están todos los que son pero sí, sin duda alguna, el son todos los que están. --La incursión por este cuarto de siglo de territorio Barceló se abre con los colorines ochenteros de Autorretrato con perro (1983) y se cierra con la técnica mixta Sin título, ejecutada el año pasado y que un subtitulador sin complejos podría haber denominado algo así como El reino del tomate. --En medio de todo ello, las siete salas de Caixaforum proponen Barceló no defrauda el tradicional despliegue de imaginación llevada al paroxismo marca de la casa (cabezas con raíces, mares que sonríen, conejos crucificados, peces que brotan de las paredes, mujeres embarazadas de nueve meses -en concreto la suya, Cécile convertidas en fuente de barro...). Pero también un despliegue de observación, estudio, reflexión y plasmación casi notarial de lo que pulula por el ancho mundo: y ahí la exposición retrotrae al visitante a los viejos temas y pretextos del Príncipe de Asturias de las Artes 2003: la emigración, el sexo, la raza, la comida, la política (impagable su triple retrato en bronce de Marx, Engels y Lenin)... temas y pretextos a menudo distorsionados por el propio tormento interior del gran hacedor o, más directamente, por el efecto directo u oblicuo de los paraísos artificiales, efecto sobre el que el propio interesado ha escrito en alguna ocasión: --"Siempre he pensado que fue importante en mi vida tomar LSD, las visiones nocturnas de la ciudad tienen mucho que ver con estas experiencias lisérgicas..." (conversación con María Hevia y Jaume Reus en Farrutx, Mallorca, 1 de marzo de 2009, recogida en el catálogo de la exposición Antes de Barceló, 1973-1982). --"Lo cierto es que con Miquel Barceló es muy difícil explicar el sentido y la naturaleza de la obra", explica Catherine Lampert, ex directora de la Whitechapel Gallery de Londres y comisaria de la exposición, "su obra se puede contemplar de frente, de lado, desde arriba, desde abajo... es uno de los más singulares artistas de la actualidad, un artista que ha sabido rescatar el poder original del arte". --No hay pasos atrás para Barceló, que sigue insistiendo a cada brochazo de pintura acrílica o de materia orgánica en un primitivismo a ultranza que olisquea cada poro del lienzo como un perro de presa. Quizá para recordarnos que el presente no es sino la goma elástica que prolonga el pasado. Él lo cuenta a su manera: explosión de pintura, putrefacción de lo orgánico, compromiso irrenunciable con el artista ermitaño. Otra cosa es surgir y hablar de ello. Pues sólo faltaba. |
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--Miquel
Barceló está en Mallorca, sale a menudo a bucear, a cazar
pulpos, y esta tarde él mismo parece un octópodo avanzando
en múltiples direcciones a la vez por las salas de la Collection
Lambert de Aviñón, que este verano consagra a la obra
reciente del artista mallorquín dos exposiciones (la otra es
en el Palais des Papas y aún hay una tercera dedicada en su honor
al arte gótico mallorquín).
--Barceló pasea ante los grandes cuadros, va de aquí para allá, corre, quita uno, otro y otro más, disfruta descubriendo los secretos que sólo él conoce. Las telas pintadas al revés, contra la gravedad, con la pintura formando estalactitas; los retratos de un grupo de albinos africanos, cuyos rasgos aparecen como por arte de magia deslizando un pincel empapado de lejía sobre papel negro; las pequeñas esculturas realizadas con excremento de asno en honor de grandes de la literatura como Ramon Llull o ese grupo de ladrillos-cabezudos recién horneados en la vieja alfarería mallorquina que acaba de adquirir. Unas semanas después de la inauguración de las exposiciones en la ciudad francesa, Barcelona también recorrerá toda la obra de Barceló a través de una doble exposición en Arts Santa Mònica y CaixaForum, a partir del 15 de julio. --Pocos artistas vivos pueden presumir de tener cuatro exposiciones simultáneas de su obra. Pero Barceló no las tiene todas consigo. Casi treinta años después de que aquel jovencísimo artista español alcanzara la cima de su proyección internacional a su paso por la Documenta de Kassel, un sector de la crítica minimiza sus logros y cada nueva empresa es objeto de encarnizadas polémicas, provocando sonoros rifirrafes y fuegos cruzados entre admiradores y detractores. Mimado desde instancias oficiales y adorado por el público, nunca ha acabado de concitar el consenso crítico. Mientras, Barceló se muestra cada vez más huidizo y tacaño en sus presentaciones públicas, alimentando aún más su imagen de hombre solitario y pastor trashumante, de su taller en París a su casa estudio en Felanitx y de ahí a los acantilados de Bandiagara en el País Dogón, en Mali, una espectacular falla que domina la llanura de arena que llega hasta la frontera con Burkina Faso. --“España es un país muy agrio y cruel con sus artistas, todo es como la pelea a garrotazos de Goya. Siempre me pareció muy sospechoso eso de tener éxito tan joven; así los palos de ahora deben de ser a cambio de las flores que me echaron entonces”, dice. Luego emprenderá un viaje a pie por el Himalaya, de donde regresará cargado de material para sus nuevos cuadros. |
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--En
su obra, Miquel Barceló se ha representado a sí mismo
centenares de veces. Cuando tenía 20 años se retrataba
como un felino. Hoy, con 53, ya no se ve como un animal libre y algo
salvaje, sino como un gorila. --Pensativo
y sereno. Contemplado por todos pero siempre solo. La metáfora
del artista al que el triunfo no parece haber domesticado. Pero hay
muchos otros autorretratos, centenares de Barcelós posibles:
sepultado bajo montañas de libros como el lector voraz que es;
abandonado a su propia excitación en el taller o como un sádico
de cuya cabeza brotan ramas espinadas; como una rotunda calavera, un
pulpo, un bacalao o una foca marina.
--Esta
tarde se detiene, divertido, ante uno en el que aparece con su pelo
de ardilla disparado hacia el cielo y un enorme porro entre los labios.
No hace mucho, el pintor desvelaba, en una conversación con Maria
Hevia y Jaume Reus, recogida en el catálogo de la exposición
Barceló 1973-1982, un capítulo poco conocido de su vida:
a mediados de los setenta, cuando contaba veinte años, su modus
vivendi en Palma fue la venta de hachís. |
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--A
muchos de sus admiradores les sorprenderá saber que un día
fue camello. --Vendía chocolate, sí. Pero por poco tiempo, dos, tres años como mucho. Por suerte para mí, porque no era muy bueno y en aquella época el trapicheo era una actividad de mucho riesgo, muy peligrosa. En Barcelona también vendí en alguna ocasión ácidos, pero no es que tuviera vocación de narco ni nada de eso. Me sacaba lo justo para comprar pintura y para comer. Cada vez que reunía 100 pesetas salía corriendo a comprar telas y látex. --Y explicaba, también, que el consumo de droga le llevó a una suerte de psicosis. --Es que en aquella época iba colocado todo el día, fumaba porros desde la mañana a la noche. Pero lo dejé de forma radical. A mi alrededor empezó a morir mucha gente. Mis amigos yonquis... Daba miedo. Y no sólo en Palma o Barcelona, también en París o Nueva York. Fue durísimo. Alguna vez he dicho que mi generación dio poquísimos poetas, pocos pintores, bastantes guitarristas pop y muchísimos yonquis. La droga fue devastadora para la gente de mi quinta. Y luego vino el sida. Los muertos a causa de la droga y el sida entre la gente de nuestra generación equivalen a los que en otro momento se cobró la Segunda Guerra Mundial. Pero este es un tema muy cruel: hay que tener mucho cuidado y no frivolizar. |
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